jueves, 14 de octubre de 2010

El misticismo en el cuecuechcuícatl

Dos culturas diferentes, la mexica y la española. Ambas tienen una forma única y diferente de expresarse, así como la perspectiva del tema en que expresan. En lo personal, estoy desarrollando un gran amor por las culturas prehispánicas, en especial, la del gran imperio azteca. En algún post anterior, comenté el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz al compararlo con el de insomnio de Dámaso Alonso, ahora, la característica mística del poema, la compararé con los cantos eróticos del cuecuechcuícatl nahua. Son dos contextos diferentes y cuando profundice más en el tema -en otro post futuro- podremos ver la relación estrecha que dos culturas, separadas por más que un océano, tienen con la sensualidad del cuerpo y la divinidad.

jueves, 7 de octubre de 2010

Siempre Noche

¿Qué piensas cuando escuchas, dices o lees la palabra noche? ¿Sueño, oscuridad, luna, estrellas, frío, sexo? Muchos poetas han hablado de ella, ya sea para que encuadre una escena amorosa o un misterio mágico. La noche siempre nos muestra algo, una enseñanza, gracias a su oscuridad podemos ver los astros lejanos y brillantes. La luz del sol es demasiado clara, cegadora, nos hace bajar los ojos a la tierra y ocuparnos de nuestras labores, mas la noche es cuando ya tienes el cuerpo cansado tras un arduo día, y con su frescor oscuro y sobrecogedor vuelves a alzar la vista, para quedarte pasmado con el escenario "de inumerables luces adornado".

Nuevamente compararé dos poemas de épocas diferentes, el de "Noche Serena" de Fray Luis de León -escrito en el siglo XVI- y "La noche" de Manuel M. Flores -escrito en el siglo XIX-; y quizá mencione a otros autores que también loan a la noche durante el proceso. Primero un poco de contexto biográfico y social. Fr. Luis estuvo en la orden de San Agustin y estudió en la Universidad de Salamanca llegando a ser catedrático de la misma -fue profesor de San Juan de la Cruz. La rivalidad entre los agustinos y los dominicos, hacen que sea detenido por la Inquisición, y es acusado de haber traducido al castellano el texto bíblico del Cantar de los Cantares -en ese entonces, a diferencia de ahora, los textos sagrados debían de estar en latín, además de que ese libro bíblico en particular tiene un tema erótico y carnal. Su poesía está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal -Oda I Vida Retirada- para poder alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento.

Manuel M. Flores fue amigo de J. M. Altamirano en el colegio de Letrán. Al parecer, combate en Puebla en la batalla del 5 de mayo y cae prisionero de los franceses. Flores toca el límite de lo que su tiempo considera permisible y habla del amor físico sin los disfraces pastoriles que se vieron forzados a utilizar los poetas anteriores. Sin embargo, a diferencia de casi todos los poetas eróticos, Flores vive lo que escribe, por lo que enferma de sífilis, impidiendo así la boda con su único amor Rosario de la Peña.

La Oda VIII, Noche Serena tiene una estructura que consiste en tres niveles: el cielo, el suelo y lo subterráneo: "Cuando contemplo el cielo / de innumerables luces adornado / y miro hacia el suelo / de noche rodeado / en sueño y en olvido sepultado". El cielo estrellado hace que el hombre se de cuenta de que su belleza no existe en el suelo, dónde sólo hay oscuridad y olvido. La noche del poema se desdobla en dos, la luminosa, que sólo puede ser contemplada y la oscura, que rodea al poeta. En la undécima lira Fr. Luis comienza a hablar de los diferentes astros, empezando por la luna, y evocando a los antiguos dioses paganos de cuyos nombres se bautizaron a los planetas, que se logran ver en la templada noche: "prosigue el sanguinoso Marte airado, / y el Júpiter benigno [...] Saturno, padre de los siglos de oro". Al final del poema, el misticísmo aparece, pues al intentar dar una última descripción de la deleitosa noche el poeta usa imágenes terrenales que aportan una característica metafórica:

¡Oh campos verdaderos!
¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
¡Riquísimos mineros!
¡Oh deleitosos senos!
¡Repuestos, valles, de mil bienes llenos!

El poeta poblano -¡poblano!- es del movimiento romántico mexicano, el cual tiene algunas características propias, pero comparte muchos elementos con los románticos europeos. Recordando un poco, el romanticismo apareció a finales del siglo XVIII para contrastar con el imperante clasisimo y neoclasismo. Los temas a los que siempre recurrían los romanticos eran: anarquismo -derechos humanos-, naturaleza -parajes vírgenes-, exotismo -escenarios medievales o prehispánicos- y lo sobrenatural. La parte del día que está menos desapegada a la realidad de aquel mundo cada vez más logico, es la noche. En el sueño de los poetas se les revela una respuesta, una manera diferente de ver las cosas y dejar de atenerse a lo lógico solamente. Para que esto se de, el yo lírico debe estar completamente desapegado a lo cotidiano, en un lugar rodeado de naturaleza y simbolísmo -como podemos ver en otro poema de la época, El teocalli de Cholula de José M. Heredia-,el alma de ese yo debe elevarse al contemplar éste grandioso espectáculo y con ello empezar a reflexionar -como lo hace Fray Luis.

En el poema renacentista podemos ver a los dioses paganos enriquecidos de aquel oro celestial, en el décimonono se sigue viendo la comparación metafórica del oro con las estrellas pero ya no tiene referencias clásicas: "rueda tu luna llena, / joya de Dios, en la región vacía". La noche de Flores está dividido en tres partes, la primera es un elogio a la noche, la cual, al igual que Noche Serena desdobla a la noche en dos, una es la noche en calma, límpida y la otra es la que ruge con el rayo y la tormenta, con la cual el poeta se puede identificar: "Entonces, sólo entonces, el aliento / del huracán que ruge embravecido, / al rasgar la centella el firmamento, / al estallar el trueno, es cuando siento / latir mi corazón, latir henchido"; siendo esta identificación la segunda parte del poema.

 La tercera parte es cuando se da la importancia del yo, la explicación a la identificación de las gotas de agua con las de los ojos, el poeta está sufriendo de un amor desaparecido y el dolor que siente sólo puede ser sublimado a través de la noche: "¿Quién busca, como yo, tus muertas horas / ¡oh, noche! y tus estrellas, / fingiendo que son ellas / las lágrimas de luz con que tú lloras?". Ambos poetas se dan cuenta de la real oscuridad que los envuelve, sólo un poco acentuada con la llegada de la noche

Hijo yo del dolor, tu negra calma
es el mejor abrigo,
para ver en la sombra, sin testigo
una noche en el cielo, otra en el alma.


Anhelo

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,

Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,

 Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
  

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.

Decidí hacer un especie de conversación que haga una comparación entre San Juan de la Cruz y Dámaso Alonso. El primero es un poeta místico que se inspira en el Cantar de los Cantares -texto bíblico- para hacer un cantico que exprese la unión que el hombre tiene con Dios, resultando un poema extremadamente sensual para la época, por lo que San Juan tuvo que hacer una explicación del mismo. El cantico está conformado por dos personajes principales, la Esposa, que añora a su amado y lo busca, y el Esposo.

En el poema de Dámaso Alonso, Insomnio, habla de un tópico más terrenal. La segunda guerra mundial  apenas ha pasado y Madrid ha quedado devastada; el poeta retrata en los versos el horror que se vive día a día en la capital. El poema se puede dividir en dos partes, la que describe la perturbación del yo lírico y la que cuestiona y recrimina a un Dios que le ha abandonado. La métrica de éste poema es casi prosaica dado que el verso más chico es de 14 sílabas -alejandríno- y el más grande alcanza las cuarenta y ocho sílabas. A diferencia del cambio rítmico que se da en el Cantico de San Juan -la estructura del poema es la lira, así que intercala heptasílabos con endecasílabos- , el poema de Alonso es lento, que hace sentir cómo pasan las largas horas del insomnio del poeta.

Al mezclar ambos poemas quería hacer un contraste entre ambos anhelos, ya que el fin último de ambos es encontrar a Dios de una manera o de otra, una unión espiritual o una respuesta. Empiezo con la primera línea de Insomnio, en lo personal me encanta ese principio ya que no es una manera convencional que desautomatiza completamente el poema. Los datos duros no forman parte de ese mundo metafórico, como en el cantico, cuya primera figura es la de un ciervo que huye como el esposo, al que llama Amado. La similitud de ambos es que enmarcan la situación, la esposa está desolada por la partida del esposo, que la ha dejado gimiendo; Madrid es una ciudad desolada, fantasmal.

En el segundo verso de Dámaso y la séptima estrofa de San Juan el lector se sumerge en ambas desesperaciones de muerte, con las duras expresiones -en el que hace 45 años me pudro- y la aliteración -un no se qué que queda balbuciendo. El cuarto verso y la décima estrofa separan a ambos poetas y los acerca, el primero expresa más claramente la destrucción que escucha del huracán  y en los malos augurios del ladrido del perro, además del surrealismo de la gran vaca amarilla -que es lo que lo acerca al estilo de San Juan. La décima estrofa, en cambio refleja una deseperación menor, algo más familiar y cariñoso de esposo y esposa -el amado sólo puede apagar mis enojos cuando mis ojos lo vean-, aún cuando todavía no se han unido.

La undécima estrofa sigue con ese sentimiento amoroso y añorante de la esposa, lo que ahora se ha vuelto un cliché en las películas de ver a la persona amada cuando ves tu reflejo en el lago. En cambio el quinto verso cuestiona al Todopoderoso el sentido de esa vida podrida, ya no hay el locus amoenus de la pureza cristalina y reflejante de un lago, ya no hay lago. Este sentimiento fatalista lo acompaña en los siguientes dos versos en el cuál la carente razón, personal, para vivir se extiende a su ciudad y al mundo entero; fantasmal, lleno sólo de cadáveres pudriéndose.

Lo resaltado en negritas representa el culmen de ambos poemas, cuando la esposa se encuentra con Dios, su amado esposo y la primera pregunta directa, que aparece en el poema, a Dios. El contacto de la primera es regocijo un momento eterno que se expresa con la carencia de verbos en la estrofa. La pregunta, en cambio, refleja un contacto impotente -e incluso inútil- y distante de un Dios que deja a sus hijos pudrirse, ¿será que algo le importe más? Las siguientes dos estrofas del cantico irían mejor si estuvieran al revés, la última primero y la penúltima después, pero San Juan las puso en ese orden al terminar su Cantico Espiritual; esto es porque la última habla de un huerto que de una forma mordaz podría responder a la pregunta de Dámaso "¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?" ven, austro, que recuerdas los amores, / aspira por mi huerto, / y corran sus olores, / y pacerá el Amado entre las flores.

La última pregunta del poeta, en el cual se ven las rosas -vitalidad y hermosura del día- y las azucenas -flor que sólo da su aroma por las noches- de Garcilaso, es acerca de que si Dios no comparte su hermosura con ese mundo terrible por temor a que se le sequen las flores, o también podría verse como si lo que pretende con tantos muertos es abonar esas flores para que no se le sequen. En el poema de San Juan son las flores y la cueva de leones  -imagen surrealista también- lo que forma el lecho de los esposos en su amoroso encuentro.

La belleza de los poemas es que no se cierran a un esquema, vamos ¿qué más encuentran en mi mezcla?