jueves, 9 de septiembre de 2010

La prosa renacentista

Después de leer al Mío Cid y el poema de Fernán González, uno puede preguntarse en dónde quedó el gran orgullo español, si poco después se leen las novelas de la Celestina, El Lazarillo de Tormes y La vida del buscón don Pablos. Sigue ahí, pero de una manera distinta, no tan épica; para empezar se debe recordar lo que llenaba de orgullo un corazón español, incluso desde el Medioevo: el honor y la honra. Una vez que España está unificada y han expulsado a los moros y a los judíos, la principal preocupación es mantener la limpieza de sangre, dado que esto conllevaba riqueza y poder.


El ver sólo la parte crítica-satírica de estas tres novelas renacentistas –aunque la Celestina está en medio de la época medieval y el renacimiento– es quedarse a la mitad. Esto se puede resolver apreciando la estructura básica de los personajes del relato –según Greimas–, sujeto-objeto, adyuvante-oponente, destinador-eje de comunicación-destinatario. Se puede ver que el sujeto, por ejemplo, Calisto tiene un objeto de deseo, Melibea; con la ayuda de Celestina logra pasar el oponente que es Melibea misma –vemos aquí el sincretismo de los personajes–, con su deseo de conservar su virtud, su honra. Esto último es generado por la presión social, la virtud de la dama es lo único que ésta podía tener, aparte de su belleza; cuando Melibea la pierde y Calisto muere, su objeto de deseo es su libertad sin honra. Su oponente, la sociedad representada en sus padres, triunfa al orillarla a matarse. Melibea no tiene cabida en ese mundo.

El objeto de deseo de Lázaro es la comida, sus adversarios son sus amos –siendo los tres principales la representación de la sociedad estamental española: el mendigo ciego, el clérigo y el escudero– y paradójicamente sus adyuvantes son los mismos tres amos dado que le enseñan lo que su padre, héroe de guerra según el protagonista, no pudo. Si analizamos lo ocurrido con su primer amo-tutor de Lázaro, el único que al final recuerda de una manera especial por sus enseñanzas, encontramos a dos actantes principales, el ciego y el vino. El ciego es el oponente de Lázaro al ponerle obstáculos para que consiga lo que quiere, comida; así mismo es el que le enseña a Lázaro a cómo sobrevivir en ese mundo, dónde lo único que se comparte es el enemigo: el hambre. El vino es objeto de deseo y oponente del Lazarillo y esto se ve irónicamente expresado por la boca del ciego “¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud” (11). Aún cuando al final, Lázaro triunfa sobre su hambre, queda muy claro el desprecio que la sociedad debe sentir por él, lo más importante, por lo que el escudero estaba dispuesto a morir, la razón por la que la Inquisición fue creada, es ignorado por Lázaro; su victoria tiene un precio, su honor.

La crítica contra el clero, ya que se ha mencionado a la Inquisición, es clara en ambos libros picarescos. En aquel mundo dónde la religión impera y que mientras más grande sea el símbolo que lleves contigo de ella, es más grande tu devoción, no puedes dejar de notar la frialdad de su caridad. Los aldeanos ríen de las desgracias de Lázaro, que tanto el ciego como el clérigo, les cuentan. La avaricia del mismo clérigo es admirable para alguien que predica la humildad y la ayuda mutua entre los hijos de Dios, la contradicción no puede ser más evidente. En el Buscón se ve otra contradicción eclesiástica; el ermitaño con el que Pablos se encuentra, recién que ha dejado a su tío el verdugo, es un excelente jugador del póker –incluso les juega una treta a él y al falso poeta, mintiéndoles respecto a su familiaridad con el juego para dejarlos limpios–, un pasatiempo no compaginable con un hombre tan dedicado a Dios que se aísla del mundo. Otra sátira digna de remarcar es la lujuria de las monjas –también del Arcipreste, último amo de Lázaro, quien lo casa con su criada para poder tenerla cerca como amante–, dado que Pablos, hacia el final de la novela, se convierte en el don Juan de las mismas.

En el Buscón se obtiene un personaje menos novelesco que en el Lazarillo o la Celestina, esto es porque a Quevedo le importaba más los juegos de ingenio que forman la novela, el argumento, que la trama de la misma; es decir, sí le dio su importancia, pero no hizo más que retomar la doxa y el teatro de guiñol. Para Quevedo, el pícaro es pícaro hasta que muere y no puede redimirse, como el Guzman de Alfarache. Retomando la estructura actuarial Pablos tiene como adyuvantes a pícaros como él, don Diego, su primer aliado y único con una honra y honor intachable, lo despide al ver su conducta descaradamente pícara de Alcalá. El objeto de deseo del protagonista es alcanzar la honra, que sólo puede ser dada por la cuna, por ende Quevedo pone a toda la sociedad como oponente a ese deseo. Pablos no podrá conseguir lo que Dios no le ha dado de nacimiento, así, haga lo que haga está condenado al fracaso. Por ejemplo, cuando Pablos quiere casarse con doña Ana –para lo cual inventa una identidad, siendo entonces don Felipe Tristán– , cuya pobre dote, según las tías aunque para Pablos es un tesoro, le ayudará a subir de escala social; antes de conseguirlo, llega don Diego y al igual que la Inquisición, le descubre como el farsante que es.

Al final, la lección que nos debe quedar es la de Prometeo, si provocas a los dioses, si cruzar los límites impuestos, los buitres devorarán tus entrañas infinitamente, marginado hasta que dejes de existir.

3 comentarios:

  1. Bien, leímos a los estructuralistas. Ame tu análisis, claro, conciso y sin millones de palabras que no entiendo, como for Dummies.

    ResponderEliminar
  2. Me gustó tu post; sin embargo, creo que la expulsión de los judíos, más allá de ser por causa de pureza de sangre fue para quitarles todas las posesiones. Digo, es sabido que los judíos suelen tener, sino mucho dinero, si mucha influencia en la economía mundial (hasta el momento).
    Por otro lado concuerdo mucho con que tanto la sociedad de hace ya cientos de años como la sociedad actual tienen muy establecidas sus reglas de convivencia y es necesario acatarlas sino quieres tener problemas. Si este tema te interesa te recomiendo una película que está pasando ahorita en el cine: Vecinos o Enemigos. Es una película con Matthew Perry, el actor de Chandler en la serie Friends, que trata sobre una familia aparentemente disfuncional, por el hecho de que sus integrantes hacen todo menos seguir las reglas sociales de convivencia.
    Y si me das un argumento lógico del porqué de los pájaros en esa película, te regalo un helado :D jajajaja.

    ResponderEliminar
  3. Sí, a mí también me gustó la sencillez y claridad con que lo explicas. Del tema de los judíos quiero añadir que, según Américo Castro (sus obras levantaron varios ampollas y fervientes adhesiones), la sabia judía (o sus herededor) siguió protagonizando la literatura española de los siglos de oro, por medio de los conversos (entre los que incluye, directa o indirectamente, nada más y nada menos que a Fernando de Rojas y Cervantes).
    Mi opinión es que la gran riqueza de una cultura, sea la mexicana o la española, siemrpe radica en la pruralidad de sus culturas. Lástima que las élites suelan entender de forma monolítica e interesada la identidad.
    Saludos,
    S.
    http://siglosdeoroudla.blogspot.com/

    ResponderEliminar